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sábado, 10 de marzo de 2012

CAPTURA DEL INKA ATAHUALPA EN CAJAMARCA


              
Atahualpa hizo su ingreso a la Plaza rectangular de Cajamarca el día sábado 16 de noviembre de 1532 acompañado de un numeroso cortejo de 8 a 10 mil hombres precedido por músicos y bailarines ejecutando lo que parecía ser una “batalla ritual”. Al notar la ausencia de los Sungasapa o Barbudos inquirió sobre ellos, más sus capitanes le dijeron que estaban escondidos de miedo en los galpones de la plaza. Atahualpa estaba furioso, quiso dar una orden, pero en ese momento se apareció el padre dominico Fray Vicente de Valverde acompañado de Hernando de Aldana y el intérprete tallán, “Martinillo”. Valverde a lo que se descubre­ comenzó a llamarse y a recitar "el requerimiento" abreviado. Habló de un Dios desconocido, del Papa y de cierto emperador que Atahualpa no conocía... Rompiendo su mutismo el Inka preguntó entonces de donde sacaba tales nombres y el dominicano quien estaba recitando el requerimiento de memoria, se conformó con señalarle el libro que traía en la mano. El Inka lo tomó en las suyas y no pareciéndole nada interesante lo arrojó por los aires, haciéndole caer al suelo. El fraile se apresuró a recogerlo y ofendido quiso pedir explicaciones al monarca, pero el Inka encolerizado le recriminó el robo de esteras, ropas y alimentos desde Puerto Viejo (Ecuador). Valverde quiso disculpar a sus compañeros, más Atahualpa no quiso olvidar la rapiña y poniéndose de pie en su litera gritó amenazadoramente al fraile: "No partiré de aquí hasta que toda me la traigan".

Lleno de miedo el dominico echó a correr hacia el lugar donde estaba Pizarro, gritándole que atacara porque Atahualpa estaba hecho un Lucifer y listo a masacrar a todos. Pizarro vio que había llegado la hora. Agitó una bandera blanca, hizo una señal al escopetero y poniéndose al frente de los suyos, se lanzó a la plaza al grito de "¡Santiago y a ellos!" el cual fue respondido por el grito de combate de todos y cada uno de los españoles que se hallaban en la ciudad, saliendo impetuosamente de los grandes salones en que estaban ocultos e invadiendo la plaza. Caballería e infantería en columna cerrada se arrojaron en medio de la muchedumbre de indios. Así empezó la masacre de Cajamarca... Xerez, el secretario de Pizarro dice que murieron dos mil indios, otros como Cristóbal de Mena asegura que pudieron ser de 6 000 a 7 000, Titu Cusi Yupanqui, uno de los incas de Vilcabamba en la relación que escribió dice que "no se escaparon más de mil doscientos". Entre los muertos se encontraba el “señor de Chincha”, uno de los cuatro señores que acompañaron al Inca en su ingreso a la plaza. En el lado español todos concuerdan en que no hubo ningún muerto, salvo algunos heridos entre ellos el propio Francisco Pizarro, herido por un español, en su mano derecha, probablemente Alonso de Mesa, cuando trató de evitar la descarga de una cuchillada sobre el Inka y su hermano Hernando caído al suelo por haber dado su caballo un traspiés.

Capturado el Inka y sin su Mascapaicha, quitada por Miguel de Estete, fue recluido en el Amaruhuasi o "Casa de la Serpiente", pues “tenia dentro una sierpe de piedra” (cronista Fernando de Montesinos).

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